El paso del tiempo marcado por las giras

Durante los años 70 comenzó el auge de las giras internacionales de los clubes de rugby argentinos, y Buenos Aires no fue la excepción. Hasta entonces, los viajes se limitaban a destinos nacionales como Rosario, Córdoba o, en raras ocasiones, Uruguay. En 1971, el primer equipo de Buenos Aires realizó su primera experiencia internacional al jugar en Chile, enfrentando a combinados locales en Santiago. Un año después, viajaron a Paraguay, también con anécdotas y dificultades típicas de viajes por tierra.

El gran hito llegó entre enero y marzo de 1975, cuando el equipo realizó una gira europea por España, Italia, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Irlanda y Francia. Con recursos limitados y mucho ingenio, lograron financiar el viaje mediante rifas y eventos. Participaron 27 jugadores y un total de 53 personas, recorriendo varias ciudades europeas y disputando nueve partidos. Más allá del deporte, la experiencia fortaleció vínculos dentro del grupo y con el club.

Tres años después, en 1978, una nueva gira los llevó por ciudades de España, Francia y el Reino Unido. Esta vez el enfoque fue más deportivo, y se destacó la solidaridad del grupo ante la lesión grave de un compañero. En los años siguientes, se realizaron más giras, entre ellas una a Sudáfrica en 1991, donde el equipo jugó cinco partidos en distintas ciudades. Estas giras consolidaron el espíritu del club y sumaron nuevas experiencias humanas y deportivas.

En 1995, el club realizó su cuarta gira internacional destacada, esta vez por Australia y Nueva Zelanda, con una delegación de 52 jugadores. Se jugaron seis partidos y la experiencia fue tan significativa que el entrenador la describió como una vivencia emocional inolvidable. Así, a lo largo de los años, estas giras fueron mucho más que partidos: fueron momentos de unión, esfuerzo compartido y crecimiento colectivo para el rugby de Buenos Aires.

Año 2000

En el año 2000, el equipo superior de Buenos Aires volvió a Sudáfrica con un plantel joven, acompañado por algunos jugadores experimentados. Durante esa gira, disputaron un partido contra Mossel Bay Rugby Club que debió ser suspendido por incidentes, cuando el equipo ganaba 12 a 10. También jugaron otro encuentro en Ciudad del Cabo, en el que perdieron por poca diferencia, según relató el capitán Damián Habib.

La gira más reciente se realizó en marzo de 2013 por el Reino Unido. El equipo visitó ciudades como Londres, Cardiff, Edimburgo y Dublín, donde pudieron asistir al Seis Naciones y celebrar San Patricio. Participaron más de 50 jugadores y el staff técnico estuvo liderado por Mario Acosta Pimentel. Fue una experiencia intensa, tanto deportiva como cultural, que quedó registrada en la memoria de los protagonistas.

Desde 1992, también los equipos juveniles comenzaron a realizar giras al exterior. Ese año, la categoría Menores de 19 viajó a Inglaterra, Gales y Escocia, y en años siguientes se repitieron los viajes con diferentes grupos y destinos. En 1998, un M18 fue por primera vez a Sudáfrica, y en 2008 el plantel superior enfrentó al seleccionado brasileño en una serie amistosa con resultados repartidos.

A partir de 2012, se institucionalizó que los juveniles terminaran su etapa formativa con un viaje internacional, con tours a Inglaterra y otras regiones europeas cada dos años. Estas giras del Plantel Superior y de las divisiones juveniles se suman a innumerables viajes por el interior del país y a países limítrofes. Todos ellos han dejado huellas imborrables en quienes representaron al club con orgullo, portando la camiseta azul con el león rampante rojo en el pecho.

Tiempos de Cambio

En los últimos años de la década del 70, el rugby del club atravesó un período difícil, especialmente tras descender a Segunda División en 1978. La competencia se volvió más exigente y la preparación física se intensificó. A pesar de las adversidades, comenzó una renovación generacional con la llegada de nuevas camadas de jugadores provenientes de colegios y otros clubes, lo que sentó las bases para una recuperación en la década siguiente.

Esa renovación rindió frutos en 1984, cuando un equipo juvenil compuesto por las camadas del ‘63, ‘64 y algunos del ‘65, entrenado por Robbie Healy, mostró un nivel destacado. Aunque no lograron el campeonato, fueron el motor que impulsó al Plantel Superior hacia el ascenso a Primera División. En 1986, la Intermedia salió campeona después de casi tres décadas, mientras que el equipo de Primera fue subcampeón, alimentando grandes expectativas.

Ese mismo año, el club comenzó a considerar seriamente una mudanza. A través de un aviso en el diario, surgió la oportunidad de comprar un predio en San Miguel. Se vendió Don Torcuato, se sumaron aportes de socios y jugadores, y finalmente se adquirió el nuevo terreno. El traslado representó una etapa de gran esfuerzo colectivo y determinación para asegurar el futuro institucional y deportivo.

En 1987, el rugby vivió un año glorioso: se concretó el ascenso a Primera y se celebraron nuevos campeonatos, como el de hockey femenino. La inauguración del predio en 1988, a pesar de las intensas lluvias, marcó el inicio de una nueva era. Desde entonces, el equipo mantuvo su lugar en Primera hasta 2000, consolidándose entre los mejores y siendo parte de una historia rica en pasión, esfuerzo y logros memorables.

La realidad

Luego del entusiasmo inicial por el crecimiento territorial del club y la visión de un aumento paralelo en la cantidad de socios, la realidad se impuso con dureza. La ubicación del predio resultó lejana y aislada, rodeada de zonas poco pobladas y con infraestructura limitada. A pesar de las ideas ambiciosas como incorporar más deportes, los resultados fueron escasos, y la situación económica del país no acompañaba. Se intentó atraer jóvenes desde colegios cercanos, pero no se lograron los objetivos deseados.

En medio de estas dificultades, surgió la idea de construir un estadio como forma de generar recursos. En 1997, luego de grandes esfuerzos logísticos y económicos para adquirir e instalar tribunas, se inauguró el estadio con eventos de gran importancia para el rugby nacional e internacional. Durante un tiempo, el estadio colocó al club en el centro de la escena deportiva y fue sede de partidos memorables, lo que trajo cierto reconocimiento y orgullo.

Sin embargo, el estadio no logró generar ingresos sostenibles. Los derechos publicitarios quedaban en manos de las uniones y los impuestos municipales se multiplicaron al cambiar la zonificación del terreno. La deuda creció, al punto que el club tuvo que ceder parte de su predio a la municipalidad. La situación financiera era insostenible, y el desgaste también alcanzaba a los voluntarios que hacían lo posible para mantener la actividad durante los partidos. Con el tiempo, otros clubes dejaron de ceder la localía para encuentros importantes, aislando aún más a la institución.

A principios de los 2000, la crisis del país agravó todo. La inseguridad aumentaba, los socios disminuían, y las actividades deportivas estaban casi paralizadas. En 2004, se tomó la dura decisión de vender el predio. Tras evaluar distintas opciones para una nueva sede, finalmente se encontró un nuevo terreno en un predio de CEAMSE. Pero como parte del acuerdo con la Municipalidad de Malvinas Argentinas, el club tuvo que desmontar por completo su estadio y todas sus instalaciones. Los materiales fueron vendidos o reutilizados, y con nostalgia se despidieron de una etapa que, aunque llena de sueños, no pudo sostenerse.

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